sábado, 11 de diciembre de 2010

Relato S.XVIII

Me llamo Julia y os voy a contar la historia de mi vida. Yo nací el 4 de febrero de 1783 en la ciudad vieja, lugar donde mis padres se dedicaban al comercio de pescado. Yo última de mis diez hermanos de los cuales vivimos seis, la gran mayoría murieron por causas epidémicas o de frío, no de hambre como en la mayoría de familias, debido a que mis padre era bastante conocidos en la ciudad por su buen pescado y precios y allí acudía mucha gente. A los doce años yo comencé a trabajar en la profesión de mis padres ayudándoles en el tema del cobro del pescado, ya con dieciseis comencé a llevar otros temas más importantes.

A la edad de diecisiete conocí a Joseb y tan solo un año más tarde me casé con él. Mi nueva vida comenzó el día en que me casé , y me transladé a vivir a una vieja casa, que era la herencia que me dejara mi tía antes de morir, situada a veinte metros de la de mis padres, en la calle de la pescadería, debido a que pertenecíamos al gremio de la pescadería.

Tras hablar con mi marido decidimos tener cinco hijos que llegaran a ser adultos puesto que había una gran porcentaje de que no vivieran muchos de ellos.

El 18 de octubre de 1802, mientras acudía a misa como todos los domingos a la Iglesia de Santiago, rampí aguas y nació nuestro primer hijo, Felipe.

Nuestro segundo hijo "llegó" dos años después, pero no logró sobrevivir y apenas tres meses después mi padre se lavantó una mañana con los dedos de los pies como pelotas, se trataba de la enfermedad de la gota que un año después terminó con su vida.

Nuevamente dos años después de eses terribles acontecimientos, nació Ricardo, nuestro tercer hijo. Durante el embarazo de Ricardo se produjeron malas pescatas por lo que economicamente estabamos realmente mal y tuve que dejar a mi madre, a Felipe, para que lo cuidase y poder nosotros mantener a Ricardo.

Pasaron varios años sin nuevos acontecimientos pero el 1 de noviembre de 1812, murió Joseb, la enfermedad de tuberculosis terminó con su vida en 15 días, dejando volar por los aires mis promesas e ilusiones.

Ya sin Jacob y con dos hijos, decidí vender mi casa e ir a vivir con mi madre, es decir nos encontrábamos las dos solas con mis hijos, un hecho que si no lo hubiera relizado, probablemente no contaría esta historia, ya que mis ganancias apenas daban para alimentar a mis dos hijos.
Yo ahora tengo ya 65 años y vivo gracias a lo que mis hijos ganan en la pescadería que yo les dejé.

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